AA.VV
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42,70 €Tal vez la realización más maravillosa de la mente humana sea el complejo estructural tan vasto como imponente de la ciencia moderna. En cambio, su origen, desarrollo y conquistas constituyen una de las partes menos conocidas de la historia, y apenas si han entrado en la corriente de la literatura general. Los historiadores relatan las guerras, la polÃtica, la economÃa; pero nos dicen poco o nada sobre la génesis y desarrollo de esas actividades que sorprendieron los secretos del átomo, que descorrieron ante nuestros ojos los misterios profundos del espacio, que revolucionaron las categorÃas filosóficas y nos proporcionaron los medios de elevar nuestro bienestar material a un nivel que está por encima de cuanto pudieron soñar las generaciones pretéritas.
Los griegos identificaron la filosofÃa y la ciencia; la Edad Media incorporó las dos a la teologÃa. El método experimental, aplicado al estudio de la Naturaleza después del Renacimiento, condujo al divorcio entre unas y otras. En efecto, mientras la filosofÃa natural se basó en la dinámica de Newton, los discÃpulos de Kant y Hegel aislaron la filosofÃa idealista de la ciencia contemporánea; y ésta, en justa reciprocidad, optó bien pronto por prescindir de la metafÃsica. Luego la biologÃa transformista y la matemática y la fÃsica modernas, por una parte, profundizaron el pensamiento cientÃfico y, por otra, obligaron a los filósofos a tener en cuenta a la ciencia; y asà ésta vuelve a tener sentido para la filosofÃa, la teologÃa y la religión. Mientras, la fÃsica, que por tanto tiempo buscó y halló los moldes mecánicos de los fenómenos sometidos a su observación, parece como si al fin hubiese llegado a los umbrales de un santuario en el que fallan los moldes, a la entraña de cosas fundamentales que «ciertamente no son mecánicas», como dijo Newton.