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4,93 €Marc Chagall nació en el seno de una familia judÃa sumamente estricta, para la cual la prohibición de la representación de la figura humana tenÃa la fuerza de un dogma. El no haber pasado el examen de admisión de la escuela Stieglitz no evitó que Chagall se uniera posteriormente a esa famosa escuela fundada por la sociedad imperial para el fomento de las artes, dirigida por Nicholas Roerich. En 1910, Chagall se mudó a ParÃs. La ciudad fue su ?segunda Vitebsk?. Al principio, aislado en su pequeña habitación de Impasse du Maine en La Ruche, Chagall encontró numerosos compatriotas a los que también habÃa atraÃdo el prestigio de ParÃs: Lipchitz, Zadkine, Archipenko y Sutin, todos ellos destinados a mantener el ?aroma? de su tierra natal. Desde su llegada, Chagall querÃa ?descubrirlo todo?. Ante sus sorprendidos ojos, la pintura se le reveló. Aun el observador más atento y parcial tiene dificultad, en ocasiones, para distinguir al Chagal parisino del de Vitebsk. El artista no estaba lleno de contradicciones, ni tenÃa una personalidad dividida, pero siempre era distinto; miraba a su alrededor y en su interior, asà como al mundo que le rodeaba y usaba sus ideas del momento y sus recuerdos. TenÃa un estilo de pensamiento sumamente poético que le permitÃa seguir un camino tan complejo. Chagall estaba dotado de una cierta inmunidad estilÃstica: se enriquecÃa a sà mismo sin destruir nada de su propia estructura interna. Admiró la obra de otros y la estudió con inventiva, librándose de su juvenil torpeza, pero sin perder un solo instante su autenticidad. Por momentos, Chagall parecÃa mirar al mundo a través del cristal mágico, sobrecargado de experimentación artÃstica, de la Ecole de ParÃs. En tales casos, se embarcaba en un sutil y serio juego con los diversos descubrimientos del fin de siglo y volvÃa su mirada profética, como la de un joven bÃblico, para mirarse a sà mismo con ironÃa y de manera pensativa en el espejo. Naturalmente, reflejó por completo y de manera extrema los descubrimientos pictóricos de Cézanne, la delicada inspiración de Modigliani y los ritmos superficiales complejos que recordaban la experimentación de los primeros cubistas (Véase Retrato en el caballete, 1914). A pesar de los análisis recientes que mencionan las fuentes judeo-rusas del pintor, heredadas o prestadas pero siempre sublimes, asà como de sus relaciones formales, siempre hay algo de misterio en el arte de Chagall. Un misterio que tal vez descansa en la naturaleza misma de su arte, en el que utiliza sus experiencias y recuerdos. Pintar es la vida, y tal vez, la vida es pintar.