Branciforte Mazzola [et al.], Laura
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19,00 €Kore sol¡a pasear sin rumbo durante todo el d¡a por las praderas sicilianas, recolectando frutos en las faldas del monte Etna y danzando con las ninfas.
Un d¡a Kore invitó a sus doncellas a recoger flores. Estas, alegres, atrajeron con sus cantos y risas a Hades, quien paseaba en su rica carroza tirada por cuatro negros caballos.
El dios detuvo su paso y observó a través del follaje: contempló a Kore sentada entre las flores y rodeada de sus doncellas. Al momento quedó prendado de la joven, convencido de que su felicidad depend¡a de su posesión.
Durante mucho tiempo Hades hab¡a intentado persuadir una tras otra a las diosas para que compartieran su trono en los Infiernos. Todas le hab¡an rechazado, negándose a morar en aquella tierra profunda y privada de luz. Decepcionado y herido se prometió solemnemente no volver a pedir cortésmente a una diosa que fuera su esposa: la próxima vez la raptar¡a.
Kore se encontraba distra¡da, recogiendo una flor de Narciso, cuando se abrió a sus pies una grieta de la que surgió Hades, de rostro invisible, montado en su carro dorado. Aprovechando el desconcierto de Kore, la tomó en sus brazos y la subió a su carroza, que se alejó velozmente.
Kore se resist¡a: lloraba y forcejeaba, gritaba y volv¡a la vista atrás para guardar en la retina la imagen de su diosa madre, Démeter, de cuyos brazos era arrancada. Pero Hades, satisfecho, la ce?¡a con fuerza para que no escapara y la estrechaba contra su cuerpo calmar su miedo. Los corceles se precipitaron presurosos a través del oscuro pasaje que los llevaba a su trono en el Tártaro.